lunes, 8 de febrero de 2016

Migajas de hipocresía


Con la soledad que regalan
unos cascos y el volumen a todo gas,
con el escozor que proporcionan 
cada uno de nuestros recuerdos podridos,
con la libertad que me otorga
eliminar nuestras fotos,
con tu dolor escenificado tan bien
que ya quisieran esos que creen actores
por ganar premios.

Tu mejor premio  
tu honorífica hipocresía.

Porque el primer motor está lejos
de lo que decía Santo Tomás,
el primer motor era querer(se).

Porque nadie mata a quien quiere,
como bien dice una de esas 
canciones de reggaeton,
esas que te dedicas a escuchar
y que dejan ver tu vacío interior.

Aunque después todo sólo puedo darte las gracias,
después de todo he vuelto a ser la persona que era,
la que conociste y con mentiras alagabas,
la que ahora sabe valerse,
porque ahora después de 5 largas puñaladas,
has puesto en mi mano la aguja y el hilo
para saber cerrar(te).

Desvivirme por ti fue mi mayor error,
mi peor cegara,
y yo creyendo que eras
el milagro del enfermo,
lo que un libro a las palabras,
como bien canta Manuel,
mi fiel cicatrizante.

Pero sólo eras un mero globo
inflado de feria,
uno de tantos caprichos de la gente
que te hace creer que te quiere,
eras un globo más de tantos,
ilusa de mi feliz de aquella 
burbúja de imperfecciones,
a la vista de todos, menos a la mía.  

De exclusiva piedra preciosa
a piedra entorpecedora.


Entre palabras cortadas...

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